Si hoy logro pasar 6 minutos sin llorar; si hoy consigo que
las comisuras de mi boca se curven para lograr algo parecido a una sonrisa; si
hoy emerjo de debajo de estas miles de
colchas en las que me encuentro zambullida; si hoy no pienso en ti; si hoy
prendo alguna luz; si hoy no tomo ningún relajante para dormir; si hoy me visto
como persona y no como lo que soy; si hoy puedo concentrarme, por lo menos, un
minuto en algo sin divargar hasta llegar a la misma piedra; si hoy me olvido de
todo por un rato; si hoy no me duelen
estos cortos, pero desesperanzadores 17 años; si hoy no se me hinchan los ojos;
si hoy respiro; si hoy tolero; si hoy llego hasta mañana; si hoy sobrevivo…
¿La respuesta? ¿La pregunta? A ratos sí, a ratos no. No sé. En
este momento no, hoy no. Mañana tal vez sí. No sé. Pregúntame en dos horas. Que
la respuesta es siempre la misma, es mentira.
Igual, poco importa e importa poco. Ya nada es igual que
ayer, ya no soy mi propio referente. Estoy rota, triste y cansada de estar rota
y triste. Me duele todo menos el cuerpo. Me duele lo que está adentro, eso que
ni yo sé qué es; eso que tanto quiere salir; pero no sabe como, entonces
destruye todo a su paso. Ya se desordenó todo, ya se rompió todo: mi espíritu,
nosotros, el invierno, mis huantes, nosotros, la radio, nosotros y las flores.
(Sí pues, “nosotros” está tres veces. Debería estar más veces, deberíamos
habernos roto menos.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario